jueves, 13 de enero de 2011

PADRE PEPE

Por: Ezequiel Castillo savinovich

El cigarrillo, el gran amigo de la cabecita roja, lo acompañaba siempre pese a que le provocaba esa tos a veces estentórea y la voz ronca con acento sevillano. Lo conocimos hace ya muchos años cuando con Néstor Roque, René Galdos, Cesar García, Cesar Farro, Rolando Vaccari incursionábamos en la radio en un programa que llamamos en ese entonces Siglo XXI. El fue uno de nuestros primeros entrevistados. En ese momento nos dimos cuenta que era de esos hombres que por desgracia no abundan, que dejan todo para consagrarse no solamente a una confesión religiosa de golpes de pecho, sino a ser fiel representante de las enseñanzas de Cristo, no primando en él como sacerdote la sotana, casulla, amito o roquete. Era más, un cura de pantalones camisa y casaca que no dudaba en ensuciarse los zapatos si con eso contribuía a aliviar el dolor ajeno. Fue además un emprendedor, con todas las virtudes de un gerente social, con relaciones internacionales que permitían poner la salud al alcance de los desposeídos. Ayer nos dejó. El cigarro, el siempre a la larga amigo desleal, le pasó la factura. Su ausencia, sin aspavientos ni generosidades, es y será triste para todos aquellos que lo conocimos, que en algún momento de sus vidas recibieron muestras de su bondad o palabras de aliento y de los que ojalá hayan aprendido sus lecciones. La decisión de vivir fuera de la comodidad de España para venir a un país y ciudad en desarrollo también fue válido para morir en el. Hasta siempre José Gavilán Palma. Perdón, hasta siempre Padre Pepe.

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