lunes, 11 de octubre de 2010

MARIO VARGAS LLOSA NOBEL DE LITERATURA 2010

Escribe: Rolando Vaccari Ortiz

Con el autor de La ciudad y los perros nos sucede lo mismo que con los grandes maestros de ajedrez, artistas del escenario y científicos: cuesta creer que son seres humanos, con todas sus fallas de fábrica y recónditas pequeñeces.
“Literato de respeto, político sin valores”: es la percepción que tenemos de Mario Vargas Llosa, a partir de su rol encubridor en la investigación de la masacre de ocho periodistas y su guía en Uchuraccay. Después de la entrega del anodino informe, fueron encontrados los rollos de película de uno de los mártires, Willy Retto. Ahí estaba la secuencia, el registro gráfico de los despiadados asesinos disfrazados de comuneros, en la danza de la muerte.
El mundo horrorizado exigió justicia y el nada clemente general Noel –nombre navideño, hacha insaciable– fue condenado por homicidio. Tiempos del segundo gobierno de Fernando Belaúnde, a quien los nostálgicos de Roma insisten en llamar patricio, como si fuera meritorio cotejarlo con un imperio degenerado.
Ninguno de los comuneros testigos de la matanza prolongó su existencia por más de un año. Los que lograron huir a Lima fueron igualmente alcanzados por los largos tentáculos del terrorismo de Estado. No quedó uno vivo. Ni uno.
Sustentan los académicos de Suecia que a Mario Vargas Llosa se le concede el premio «por su cartografía de las estructuras del poder y sus imágenes mordaces de la resistencia del individuo, su rebelión y su derrota».
En Estocolmo ningún niño se ve obligado a entonar canciones en los buses para conseguir alimento, ni mucho menos duerme en las puertas de las iglesias coloniales, bendecidas y consagradas, pero los vasos comunicantes con las alturas de Huanta ahí están.

Depurada técnica narrativa
Los jefes (1959), pequeña colección de cuentos, fue el primer libro de Mario Vargas Llosa que se difundió entre la juventud.
Luego vino La ciudad y los perros (1966), que colocó al autor entre los mejores narradores de habla hispana de todos los tiempos. La novela fue llevada al cine en 1985, con grata respuesta del público.
La casa verde (1969) es una de sus grandes obras maestras. Nos deslumbra desde las primeras páginas con su entrecruce de geografías y personajes, diálogos y tiempos. La Mangachería piurana, los valles andinos y la selva son escenario de historias casi reales que en determinado momento se apretujan unas a otras sin perder la lógica de los acontecimientos.
Conversación en La Catedral (1969), otra obra maestra. Desmitifica la brutal dictadura de Odría, quitándole una a una las plumas de gavilán pollero.
Pantaleón y las visitadoras (1973), tiene como marco referencial un destacamento militar en la selva peruana y el arribo de una cimbreante columna de prostitutas bajo la protección de los mandos castrenses. El autor traza una parábola sobre el poder político y el poder económico. La obra fue llevada al cine en 1975 y 1999.
Sin embargo, el escritor Dante Castro Arrascue considera a Pantaleón y las visitadoras una obra menor: “hecha para el solaz de señoras de clase media alta que querían leer historias de putas”.
Incendiario de joven y bombero en la edad adulta, Vargas Llosa también produjo obras desprovistas de la “cartografía de las estructuras del poder”, que mejor se hubieran quedado en el tintero: Historia de Mayta, Lituma en los Andes, El Hablador, Elogio de la Madrastra, así como las piezas teatrales La señorita de Tacna, Ojos bonitos, cuadros feos, Katty y el hipopótamo, La Chunga y El loco de los balcones.
En cuanto a sus ensayos, son célebres Gabriel García Márquez: historia de un deicidio y La orgía perpetua: Flaubert y Madame Bovary, que constituyen material de trabajo en prestigiosas universidades. En cambio, sus artículos periodísticos en la revista Caretas, son tristes cánticos de alabanza a un sistema de dominación que produce atrocidades como la matanza de Sabra y Shatila, el régimen fascista de Pinochet y las sierras de cinta en la tenebrosa ESMA del general Jorge Rafael Videla.
Contradiciendo su habitual sesgo sionista, nuestro laureado escritor se solidarizó con la causa palestina en un libro dedicado a Iraq.
En vísperas de la entrega del Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa cursó una carta al presidente Alan García, para denunciar ante el mundo el aparato legal del régimen que pretende liberar a los militares implicados en delitos de función.
Difundida en diversos foros de Internet, la carta fulminó al provocador ex ministro de defensa Rafael Rey. La pluma de Vargas Llosa le había atravesado la garganta en momentos que se despachaba de lo lindo ante los áulicos de la prensa adicta.
Era el escritor comprometido con su tiempo, el que queríamos tener como digno merecedor del Nobel: el doctor Mario Vargas Llosa.

www.adephuaura.blogspot.com

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