Escribe:  Ezequiel Castillo Savinovich
Debe ser bien difícil, incluso para una persona inteligente como Bayly, hacer un programa diario en la televisión. Este es un espacio reservado para pocas personas que logran mantenerse en la expectativa de los televidentes como en alguna ocasión lo hizo Hildebrandt, “Chichi” Valenzuela y ahora Rosa María Palacios refiriéndonos al periodismo serio. Aquellos que utilizan y utilizaron el morbo para mantenerse terminan, a veces, tras las rejas por difamación o en un exilio obligado por las circunstancias, absteniéndome de nómbralas por un elemental sentido de higiene mental.
Hay que aceptar que Bayly posee la destreza, osadía, atrevimiento y ocurrencias para hacernos reír…por momentos. El intrínsico desparpajo de su personalidad  le permite decir públicamente tetudo al presidente y ladrón al alcalde con todas sus letras y sin disfraces académicos. Razones habrán para que los aludidos no respondan en otras instancias que la ley contempla.  
La espontánea y natural exposición de su bisexualidad paradójicamente lo hace invulnerable, es que además, es apologista de todas las opciones sexuales. Nadie que no quisiese pasar la vergüenza de un refrito publicaría algo referente a la conducta sexual adoptada por él.
Otra característica es su capacidad ladillesca de prenderse sobre su víctima produciéndole mayor escozor que ese insecto anopluro que suele habitar en algunos pubis vellosos. Lo hizo con Toledo en el caso de Zarai a quien negaba como hija y que posteriormente tuvo que reconocer. En estas últimas etapas los martirizados por la acechanza han sido el postulante a alcalde de Lima  Alex Kouri (ya desembarcado) y el actual alcalde y probable candidato a la presidencia Luis Castañeda a los que les bajó las  llantas y que coincidió con los resultados de  las encuestas. Pero donde se ha notado una insidia casi perversa es con Lourdes Flores. Razones pueden haber de distinta índole dado que Lulú tampoco parece ser una perita en dulce y está muy lejos de ser cercanamente la madre Teresa. Una de ellas podría ser,  basada en la egolatría pertinaz que acompaña a sus presentaciones, el hecho de decir subliminalmente, yo soy el referente, el que tiene el poder de colocar alcaldes o presidentes desde la comodidad de mi sillón, cuando quiero te levanto y si me da la gana te aplasto. Una prueba que corrobora estas intenciones es el juego maquiavélico de empezar a destapar las propiedades del hijo del fugitivo Shultz en las Bahamas  para que continúe intocable respecto a comentarios de un programa de la competencia, un par de enemigos dizque íntimos que fueron desaforados.
Mientras tanto, esta parafernalia y lío de comadres, encubre y pasan piola personajes con simpatías heredadas que usufructuaron el dinero del Estado en universidades extranjeras, educación que poco han aplicado en el Congreso donde su pobre actuación parlamentaria  esta plagada de inasistencias e ineficaz producción. Nada dice Bayly de esta receptación de dinero de todos los peruanos, con el agravante de qué esa persona desea conducir los destinos del país, con el objetivo principal de indultar a quien ya la justicia condenó como uno de los más corruptos de la historia. 
Todo esto no pasaría de ser una mozonada de este ya tío, discípulo  de Cordero y Velarde, excéntrico personaje que se ceñía la banda presidencial (como Bayle en uno de sus programas) y del cual Nicolás Yerovi escribía las siguientes líneas en las  que cualquier parecido con la realidad no es una casualidad: “Más allá de lo anecdótico, Cordero y Velarde simboliza en su grado más extravagante los extremos de la más conmovedora huachafería y del más patético delirio a que son capaces de llegar quienes en el Perú se ven asaltados por cierta locura de poder. Porque si el poder envilece, desearlo enloquece; de allí que en épocas electorales los más de nuestros políticos no dejan de pergeñar sus propios ditirambos, ofrecer sin empacho lo imposible y llegar a convencerse, aunque sea por un breve lapso, de la verdad que no encierra sus generosas promesas”.
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